Llegué por problemas que me hacían sentir en un hoyo que no tenía fin y que al paso del tiempo se hacía más profundo conforme intentaba salir. Al iniciar la terapia me sentía tímido e inseguro de hablar sobre mis problemas con un profesional, ya que nunca lo ví necesario o me sentía débil al estar buscando ayuda con un psicoterapeuta. Al iniciar las sesiones me sentí a gusto y protegido, en un ambiente donde podía expresar lo que realmente sentía.

Lo que me gustó del proceso psicoterapéutico, fué que no se me dijo lo que yo hacía bien o mal, sino que, me ayudó a darme cuenta por mí mismo de que era lo que estaba haciendo correcta e incorrectamente, lo que dejaba pasar, en lo que debía centrarme y en lo que no, a enfocarme a salir del hoyo en el que me encontraba y comenzar a taparlo. Obtuve la libertad de expresarme en total confianza sin ser juzgado y ser escuchado plenamente, de ser comprendido y apreciado. De igual forma me agradó que desde un inicio se comenzó con la expresión: “No esperes de mi un consejo, porque eso sería vivir mi vida en la tuya con las soluciones que a mí, en lo personal me han funcionado” y así entendí que todo sería logrado por mi cuenta y no con soluciones de otros.

Al terminar mis terapias me sentí listo y mejor conmigo mismo, con una energía y entusiasmo para seguir enfrentando los problemas con las herramientas que adquirí durante el proceso terapéutico; la terapia me hizo ver de lo que era capaz y de que podía enfrentar la situación en la que me encontraba en ese momento. Me siento totalmente satisfecho con la terapia al haberme sentido en un lugar seguro y protegido.